Todos nacemos conectados con nuestro Yo innovador.
De niños vemos lo que nadie ve. Soñamos lo que nadie espera. Y la imaginación nos puede llevar a cualquier sitio. ¿Lo recuerdas, verdad? De niños sentimos que somos capaces de todo.
Así hasta que empezamos a recibir información.
Somos bombardeados por reglas, normas y pautas de pensamiento. Y de acción. “Haz lo que te digo”. “No puedes”. “No lo hagas”. Nos las enseñan los maestros, la sociedad, y hasta nuestros padres. Y lo aceptamos, claro. Abandonamos nuestra capacidad de estar conectados con nuestro Yo creativo e innovador.
Malo. Dejas de soñar. Dejas de jugar. Dejas de saltar. Renuncias a decidir.
Cargas para siempre con una ‘mochila’ de respuestas aprendidas. Te adaptas y sales adelante. Creces, estudias, llegas a la universidad y hasta consigues un buen trabajo. Eres bueno. Progresas, asumes responsabilidades con personas a tu cargo. Sí, podemos llegar a ser muy, muy, muy buenos dando respuestas (aprendidas) a todo. La ‘mochila’ funciona… A ver: ¿de verdad piensas que ‘la mochila funciona’?.
Sentimos decirlo.
Esas soluciones aprendidas no valen para nada. Vivimos en sociedades avanzadas y sin embargo no somos felices. El planeta está amenazado. La tierra se calienta. No estamos preparados para enfrentarnos a nuevos virus o pandemias. Tenemos dudas sobre nuestro futuro. Vivimos un presente complejo.
Aunque todo puede cambiar.
También es el momento más apasionante de nuestra historia. Porque el poder, ese poder que perdimos de niños, sigue estando ahí. Esperando. Porque hoy más que nunca sabemos que la solución (la “innovación”) está en las Personas.
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