Pregunta clásica de Trivial. ¿Quién inventó el teléfono? Venga, no es difícil. Alexander Graham Bell. ¿Y la bombilla eléctrica? Thomas Alva Edison, por supuesto. ¿Y la radio? Guglielmo Marconi, faltaría más. Podríamos seguir con más ejemplos, pero todas las respuestas podrían ser incorrectas.
Cuentan las crónicas de la época que en el lejano oeste americano había un cartel en la mayoría de salones que decía “por favor, no disparen al pianista”. El pianista era una persona con una cualidad difícil de encontrar en aquella tierra, que alegraba los momentos de ocio de buscadores de oro, vaqueros, soldados, comerciantes, cazadores o jugadores de cartas. Todos ellos armados. Todos buscando cambiar su oro por lo siguiente más codiciado: el whisky. Así, cuando se daban los conocidos duelos, entre la bebida y que debían tener peor puntería de la que creemos, era muy habitual que el pianista saliera mal parado. Eran… daños colaterales.
Innovación no es más que el resultado del proceso creativo de un innovador ante una Necesidad No Resuelta: la persona reconecta con su espíritu responsable, creativo e innovador. Olvida las ideas y llega a la Necesidad No Resuelta. A través de un proceso creativo, genera una nueva solución que no copia, no existe. Luego hace un plan para implementarlo. Aprende a contarlo. Busca financiación para algo que nadie ha hecho antes ni puede ser visto en otro lugar. Lo implementa. Y si tiene éxito, la innovación, el resultado de ese proceso creativo, ataca y muchas veces “mata” al innovador. Por nada personal… es un daño colateral.
¿Cómo “mata” al innovador el ecosistema alrededor de “su” innovación y cómo podemos resolverlo?
1. La Administración Pública
Cuando la administración tiene que hacer cambios normativos para adaptar la innovación, antes ataca al innovador. Bien porque no comprende la naturaleza y valor de la nueva propuesta, bien para tratar de evitar potenciales conflictos con el status quo de productos, servicios o procesos que la innovación desplaza.
Las administraciones deben volverse innovadoras desde las personas
Todos hemos usado la radio FM. Edwin Howard Armstrong la patentó en 1933 consiguiendo un sonido mucho más claro y libre de parásitos atmosféricos que los de amplitud modulada (AM). Sin embargo, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), presionada por la Corporación de Radio de América (RCA) cambió la asignación de frecuencias dejando a todos los sistemas FM sin uso, retrasando décadas su implantación. Envuelto en largos y costosos pleitos, Armstrong se suicidó el 31 de enero de 1954 saltando por la ventana de su apartamento.
Las administraciones deben volverse innovadoras desde las personas que las componen, para así, lejos de ser un obstáculo y dejarse intimidar por el status quo que debe evolucionar, facilitar el cambio y potenciarlo.
2. Los fondos de capital riesgo e inversores
Éstos quieren la innovación, pero no al innovador, quien vive más cerca de la creatividad del caos. Además, piensan que genera más riesgo en el retorno.
“Mantente hambriento, mantente alocado” diría Steve Jobs veinte años después al recordar lo que consideraba la gran puñalada, su salida de Apple en 1985 empujado por sus inversores. Volvería después a una compañía en quiebra para lanzar productos que han cambiado la humanidad.
Hay que proteger al innovador porque los inversores lo verán como el que tuvo “una idea feliz”, y no lo comprenderán ni valorarán
Antes, en 1886 Nikola Tesla fundó su propia compañía, la Tesla Electric Light & Manufacturing, pero los primeros inversores no estuvieron de acuerdo con sus planes para el desarrollo de un motor de corriente alterna y finalmente lo acabaron echando de su propia compañía.
Hoy son demasiado comunes los casos de inversores que entran en el accionariado de una start-up impulsada por un innovador, meten su equipo directivo y después la llevan al abismo para crear un clon y continuar con el mismo proyecto sin el innovador que encontró la solución a la necesidad no resuelta. O una corporación que entra en una compañía innovadora para terminar sacando al innovador y quedársela a un precio muy bajo.
Hay que proteger al innovador porque los inversores lo verán como el que tuvo “una idea feliz”, y no lo comprenderán ni valorarán. Es necesaria una nueva cultura de inversión y unos fondos especializados en este tipo de iniciativas al igual que se hizo con la inversión en proyectos de impacto.
3. Los que copian
Tratan de anular al original. Unas veces, quedándose las patentes como las disputadas por el juego del Monopoly, el teléfono, la televisión, el láser o la radio. Otras, muy común en las startups, bajo la cultura del “unicornio”, donde copiar con orgullo con mayor financiación suele complicar la viabilidad del original.
La única ayuda al innovador es conseguir reconocimiento social como parte de nuestra cultura
La única ayuda al innovador es conseguir reconocimiento social como parte de nuestra cultura. Porque no hay innovación sin innovador. Pero si no creamos un ecosistema de innovadores, se convertirá, como en el lejano oeste, en un daño colateral de la propia innovación.
P.D.: Aún con polémica, parece ser que el teléfono lo inventó Antonio Meucci, la bombilla eléctrica Sir Joseph Wilson Swan y la radio Nikola Tesla.